I
El año se abrió con la magistral e inequivocamente tarantiniana
Django desencadenado y termina con otra memorable incursión fílmica en la profunda tiniebla de la sociedad esclavista norteamericana del XIX;
Doce años de esclavitud muy distinta a la primera.
Así pues, es interesantísimo contrastar aquella atroz crónica de la desolación existencial que mostraba la desazonadora
Shame y ésta, la siguiente obra de McQueen, para encontrar ciertamente todas las diferencias en el tono y la trama pero algunos inequívocos rasgos autorales en cuanto a semejanzas.
Doce años de esclavitud pretende ajustar cuentas cinematográficas con la abominable práctica en la que se fundamentó el desarrollo económico del sur estadounidense en aquel momento y lo hace de forma tan noble como directa. Tan concienciada como trascendente. De ahí el doble valor del filme, como documento de los que tópicamente se significan como
necesarios y como obra de cualidades estéticas incuestionables.
McQueen sabe extraer toda la indignada e indignate fuerza de un asombroso relato autobiográfico ilustrando cruda y explícitamente los episodios más brutales. A la vez, por otro lado, creará momentos de una belleza extraordinaria y genuina, abarrotados de una desarmante humanidad. La película, además, exhibe ese particular trabajo con la atmósfera propio de este realizador y que junto a lo propiamente visual, manifestado esto en esa prodigiosa fotografía que otroga una textura y color especial a todo, la composición de los encuadres y el trabajo con la planificación, siempre inusitados y expresivos, se relaciona igualmente con la incertidumbre, falta de previsibilidad y complejidad en la exposición de los hechos y las acciones, plantenándose en última instancia una película a años luz de lo convencional, tocada finalmente con la gravedad e importancia de las realizaciones mayores.
La labor de un elenco actoral inmenso, especialmente en el caso del protagonista Ejiofor y el camaleónico Fassbender, no deja de fascinar en cada una de las secuencias de esta inolvidable
12 años de esclavitud.
II
El coronel Lawrence acaba de ser destinado a Arabia. Peter O´Toole enciende una cerilla para dar fuego a Claude Rains y dice aquello de:
It´s going to be fun. Corta al primer plano del rostro de Lawrence, que sopla para apagar el fósforo y luego, en una de las elipsis más arrebatadoramente hermosas del séptimo arte, plano general del desierto, con la solemne salida de un sol que está aupado a la gloriosa música de Maurice Jarre.
Esto, ni más ni menos, es cine.