Trueba estrena ahora La reconquista acaso su
mejor película en tanto se trata de la que, hasta la fecha y con mayor
fortuna, ha amalgamado las filiaciones referidas con unos rasgos poderosamente
personales que terminan por forjar un poderoso estilo, ya más que reconocible.
Una poética, la de Trueba, que se nutre de la biografía sentimental no sólo del
realizador sino del grupo de cómplices emocionales con los que
usualmente trabaja; a subrayar en este aspecto la figura de Francesco Carril,
Antoine Doinel crecidito, discreto y contenido, cuya intensa mirada tantas
cosas calla. En Trueba, además, hay una voluntad creativa inquieta y atrevida
como deja ver la puesta en escena de esta delicada historia de amor en dos
tiempos, articulada mediante una estructura dramática nada ortodoxa y
sorprendente, en la que determinados pasajes carentes de acción alguna
o largas secuencias en apariencia desconectadas de la progresión narrativa
(portentoso el momento de la clase de baile) convocan de pronto lecturas
inusitadas. Supone La reconquista, serena y elegantísima, una
investigación sobre aquello que Duchamp definió como lo infraleve,
terreno natural del precioso cine de Jonás Trueba.
La reconquista.
Con un puñado de filmes, Jonás Trueba se ha revelado
como una de las personalidades más destacadas de entre nuestros cineastas
últimos. En su obra se rastrean unas muy diversas y heterodoxas influencias como, en primera instancia,
ese espíritu libre con el que su padre renovó la cinematografía española a principios
de los 80 del siglo XX a través de una inmediatez y espontaneidad que empapaban
los filmes con la verdad de lo vivido y de lo sentido, aunque en el caso del hijo
prevalezca una mirada melancólica y madura sorprendente en alguien de su edad,
frente a la mordaz e irresistible acidez de Fernando. En ambos, no obstante, acusamos
un lúcido pesimismo existencial, llevadero aunque pertinaz, cuyo punto focal
hemos de situar, de nuevo, en la inextinguible nueva ola francesa, especialmente explícitas las referencias a
Truffaut, Rohmer e incluso con algún lejano eco de Bresson.
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